Los facciosos, producción española.
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Los facciosos, producción española.
Un articulo de la prensa Repúblicana del Frente de Madrid 1936.
Los facciosos, producción española.-Hay en España muchos terrenos que producen ricos Facciosos con maravillosa fecundidad; país hay que da en un solo año dos o tres cosechas; puntos conocemos donde basta dar una patada en el suelo y a un volver de cabeza nace un faccioso. Nada debe admirar, por otra parte, esta rara fertilidad, si se tiene presente que el faccioso es fruto que se cría sin cultivo, que nace solo y silvestre entre matorrales, y que así se aclimata en los llanos como en los altos; que se trasplanta con facilidad, y que tanto más robusto y rozagante cuanto más lejos está de la población. Esto no es decir que no sea también en ocasiones planta doméstica: en muchas casas los hemos visto y los vemos diariamente, como los tiestos en los balcones, y aun sirven para dar olor fuerte en cafés y paseos. El hecho es que en todas partes se crían; sólo el orden y el esmero perjudican mucho a la cría del faccioso, y la limpieza y el olor de la pólvora, sobre todo le matan. El faccioso participa de las propiedades de muchas plantas: huye, por ejemplo, como la sensitiva al irle a echar mano; se encierra y esconde como la capuchina a la luz del sol, y se desparrama de noche; carcome y destruye como la ingrata hiedra el árbol a que se arrima; tiende sus brazos como toda planta parásita para buscar puntos de apoyo; gústanle, sobre todo, las tapias de los conventos, y se mantiene, como esos frutos, de lo que coge a los demás; produce lluvia de sangre como el polvo germinante de muchas plantas, cuando lo mezclan las auras a una leve lluvia de otoño; tiene el olor de la asafétida, y es vano como la caña; nace como el cedro en la tempestad, y suele criarse escondido en la tierra como la patata; pelecha en las ruinas como el jaramago; pica como la cebolla, y tiene más dientes que el ajo, pero sin tener cabeza; cría, en fin, mucho pelo como el coco, cuyas veces hace en ocasiones.
Es planta peculiar de España, y moderna, que en lo antiguo, o se conocía poco, o no se conocía por ese nombre: la verdad es que ni habla de ella Estrabón, ni Aristóteles, ni Dioscóride, ni Plinio el joven, ni ningún geógrafo, filósofo, ni naturalista, en fin, de algunos siglos de fecha.
En cuanto a su figura y organización, el Faccioso es, en el reino vegetal, la línea divisoria con el animal, y así como la mona es en éste el ser que más se parece al hombre, así el Faccioso es en aquél la producción que más se parece a la persona; en una palabra: es al hombre y a la planta lo que el murciélago al ave y al bruto; no siendo, pues, muy experto, cualquiera lo confunde; pondré un ejemplo: cuando el viento pasa por entre las cañas, silba; pues cuando pasa entre los Facciosos, habla; he aquí el origen del órgano de la voz entre aquella especie. El Faccioso echa también, a manera de ramas, dos piernas y dos brazos, uno a cada lado, que tienen sus manojos de dedos como púas una espiga; presenta faz y rostro, y al verle cualquiera diría que tiene ojos en la cara; pero sería grave error; distínguese esencialmente de los demás seres en estar dotado de sinrazón.
Los facciosos, producción española.
Los facciosos, producción española.-Hay en España muchos terrenos que producen ricos Facciosos con maravillosa fecundidad; país hay que da en un solo año dos o tres cosechas; puntos conocemos donde basta dar una patada en el suelo y a un volver de cabeza nace un faccioso. Nada debe admirar, por otra parte, esta rara fertilidad, si se tiene presente que el faccioso es fruto que se cría sin cultivo, que nace solo y silvestre entre matorrales, y que así se aclimata en los llanos como en los altos; que se trasplanta con facilidad, y que tanto más robusto y rozagante cuanto más lejos está de la población. Esto no es decir que no sea también en ocasiones planta doméstica: en muchas casas los hemos visto y los vemos diariamente, como los tiestos en los balcones, y aun sirven para dar olor fuerte en cafés y paseos. El hecho es que en todas partes se crían; sólo el orden y el esmero perjudican mucho a la cría del faccioso, y la limpieza y el olor de la pólvora, sobre todo le matan. El faccioso participa de las propiedades de muchas plantas: huye, por ejemplo, como la sensitiva al irle a echar mano; se encierra y esconde como la capuchina a la luz del sol, y se desparrama de noche; carcome y destruye como la ingrata hiedra el árbol a que se arrima; tiende sus brazos como toda planta parásita para buscar puntos de apoyo; gústanle, sobre todo, las tapias de los conventos, y se mantiene, como esos frutos, de lo que coge a los demás; produce lluvia de sangre como el polvo germinante de muchas plantas, cuando lo mezclan las auras a una leve lluvia de otoño; tiene el olor de la asafétida, y es vano como la caña; nace como el cedro en la tempestad, y suele criarse escondido en la tierra como la patata; pelecha en las ruinas como el jaramago; pica como la cebolla, y tiene más dientes que el ajo, pero sin tener cabeza; cría, en fin, mucho pelo como el coco, cuyas veces hace en ocasiones.
Es planta peculiar de España, y moderna, que en lo antiguo, o se conocía poco, o no se conocía por ese nombre: la verdad es que ni habla de ella Estrabón, ni Aristóteles, ni Dioscóride, ni Plinio el joven, ni ningún geógrafo, filósofo, ni naturalista, en fin, de algunos siglos de fecha.
En cuanto a su figura y organización, el Faccioso es, en el reino vegetal, la línea divisoria con el animal, y así como la mona es en éste el ser que más se parece al hombre, así el Faccioso es en aquél la producción que más se parece a la persona; en una palabra: es al hombre y a la planta lo que el murciélago al ave y al bruto; no siendo, pues, muy experto, cualquiera lo confunde; pondré un ejemplo: cuando el viento pasa por entre las cañas, silba; pues cuando pasa entre los Facciosos, habla; he aquí el origen del órgano de la voz entre aquella especie. El Faccioso echa también, a manera de ramas, dos piernas y dos brazos, uno a cada lado, que tienen sus manojos de dedos como púas una espiga; presenta faz y rostro, y al verle cualquiera diría que tiene ojos en la cara; pero sería grave error; distínguese esencialmente de los demás seres en estar dotado de sinrazón.
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